Historia
El futuro de la reclusión manicomial en la Argentina
JoaquÃn Cáceres, Pablo Young
Revista Fronteras en Medicina 2019;(02):0088-0093
Con el advenimiento de la Ley Nacional de Salud Mental 26.657 se inició el avance hacia una transformación profunda en la relación del Estado con las personas con sufrimiento mental, sintetizado en “la perspectiva de derechos humanos y la integración socio comunitaria de los pacientes”. Es en el devenir de la práctica donde se presenta su carácter inclusivo. Se debe enfatizar en esta nueva relación debido a que venimos de una historia en donde dominaron los criterios arbitrarios y abusivos. Presentamos aquí una breve historia de las instituciones psiquiátricas en Argentina y cómo, a medida que pasó el tiempo, fue cambiando la concepción de lo que hoy se conoce como Salud Mental.
Palabras clave: manicomio, salud mental, Ley 26.657, historia de la Medicina,
With the advent of the National Mental Health Law 26,657, a profound transformation was begun in the relationship between the State and people with mental suffering, synthesized in “the perspective of human rights and the integration of patients in the community”. This inclusive character came about in the course of daily practice. We must emphasize this new relationship, because we come from a history where arbitrary and abusive criteria dominated. This paper provides a general view of psychiatric institution´s history in Argentina and, as time passed, of how the conception of what is now known as Mental Health has changed.
Keywords: asylum, mental health, Law 26,657, history of Medicine,
Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.
Fuente de información Hospital Británico de Buenos Aires. Para solicitudes de reimpresión a Revista Fronteras en Medicina hacer click aquí.
Recibido 2019-05-13 | Aceptado 2019-06-03 | Publicado 2019-06-28
Introducción
Las personas con algún problema mental en un principio eran entendidos como una obra de entes sobrenaturales que se introducían en el cuerpo para perturbar el alma1. La medicina quedó sometida a los conocimientos de la iglesia y por lo tanto los únicos que pudieron estudiar estos fenómenos fueron los monjes denominados alienistas.
A principios del siglo XV, Juan Gilabert Jofré (1350-1417) (Figura 1), en la ciudad de Valencia, consideró oportuno abrir un hospital específico para las personas con problemas mentales y, de esa forma, evitar su contacto con el resto de los ciudadanos. Nacía, así, el primer Hospital de Inocentes (Figura 2), nombre con el que se empezaron a conocer estas casas de reclusión en sus inicios, creadas bajo el auspicio de órdenes religiosas cristianas2. El tratamiento de la enfermedad consistía en mantener ocupados con tareas cotidianas a los afectados. Si mostraban un comportamiento rebelde, eran azotados, encadenados o se los metía en jaulas.
El problema que tenían estas instituciones, sobre todo a partir de la Edad Media, es que todas las personas eran aglutinadas en los mismos espacios; en general, se tendía a separar a los hombres de las mujeres y, entre ellos, se aislaba a quienes presentaban un carácter más fuerte. Las personas que atendían a estos enfermos no estaban cualificadas para ello.
En el siglo XVIII, el nacimiento del manicomio fue percibido como el símbolo de una civilización ilustrada y progresista que había dejado de ignorar a sus ciudadanos enfermos y que, movida por un espíritu humanitario y abiertamente reformista, les brindaba finalmente un trato digno y dirigido desde la ciencia. El médico francés, Jean Étienne Dominique Esquirol (1772-1840) (Figura 3), fue quien obligó al Estado a dar tratamiento a los insensatos, ya fuera a través de una red pública de asilos o bien apoyándose en los de carácter privado3. También creó el orden jurídico especial para el trastornado mental y encargó a los médicos hacerse cargo de aplicar esta política. Por primera vez, la locura ingresó a las facultades de Medicina y fue tema de una disciplina médica.
En el primer cuarto del siglo XX, los hospitales psiquiátricos, sobre todo en las ciudades, permitían a los enfermos más leves entrar y salir de los centros en los que eran tratados. Sin embargo, a partir de los años treinta, toda reforma emprendida chocaba siempre con la eterna falta de presupuesto, lo que condenaba al fracaso de cualquier política que pretendiera mejorar drásticamente la situación de estos enfermos.
Perspectiva histórica Argentina
En un principio, los hospicios no existían y el cruel destino de los alienados era no solo el encierro sino también el tratamiento hasta amansarlos. La asistencia que se les prodigaba a los blancos, era una celda en algún convento, y a los negros e indios, se los encerraba en las cárceles de los Cabildos1. Este procedimiento se prolongó hasta que se logró establecer un verdadero hospital de alienados.
Hospital San Martín
El primer manicomio que tuvo Buenos Aires, conocido como Hospital San Martín (Figuras 4 y 5), era solo una modesta enfermería con alrededor de docena y media de camas y un número reducido de médicos con mayor buena voluntad que aptitud. Dicho nosocomio lo conducían padres jesuitas, hasta que en 1748 arribaron de España seis curas Betlehemitas4. Estos últimos se hicieron cargo de la nueva denominación del San Martín, bajo la advocación de Santa Catalina, creando así el Hospital de Santa Catalina, también conocido como Hospital de los Betlehemitas, ubicado en las calles Defensa y México.
Desde 1769, los Betlehemitas estuvieron a cargo de las propiedades de los jesuitas, trasladando los insanos del Hospital de Santa Catalina a la Residencia de Belén que se encontraba desde 1735 en la manzana de Humberto 1º, San Juan, Defensa y Balcarce. Ésta pasó a llamarse Hospital de “La Convalecencia” (Figura 6), destinando aquí la internación de incurables, locos y contagiosos, gestando así el nacimiento del Hospital General de Hombres.
El Hospital General de Hombres (HGH) tuvo casi 200 camas y sus médicos fueron Juan Antonio Fernández (1786-1855) “el Hipócrates Argentino” (Figura 7), Francisco Cosme Argerich (1787-1846) y Francisco de Paula Rivero (1770-1853). En 1880 los pacientes fueron trasladados al Hospital Buenos Aires, que luego pasó a llamarse Hospital de Clínicas y al Hospital San Roque (hoy Ramos Mejía), ya que el HGH, se demolió en 1882.
Ya que la casa de los frailes Betlehemitas albergaba a hombres solamente, la creación del Hospital de Mujeres en el año 1775 como unidad asistencial llenó un tremendo vacío social.
En un principio la construcción fue realizada por una congregación de laicos llamada Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, fundada en 1727 por el gaditano Juan Alonso González (1687-1768) para enterrar a las víctimas de la epidemia de ese año, lo mismo que a otros muertos de igual situación. Y fue un hijo de éste quien realizó los esfuerzos necesarios para concretar el Hospital, constituyéndose además en su primer capellán y administrador. Durante 1823 fue cerrado hasta después de la Batalla de Caseros (3 de febrero 1852) que reabrió sus puertas.
En 1859, el Hospital fue administrado por las Hermanas de la Congregación del Huerto, siendo trasladado (1876) al actual Hospital Rivadavia. Este fue fundado el 28 de abril de 1887 por el ministro del Interior Dr. Eduardo Wilde, con una capacidad de trescientas camas y cinco pabellones (cuatro para Clínica Médica y Quirúrgica, y otro para Maternidad), además de la Capilla y servicios complementarios como administración, baños, cocina. El viejo establecimiento ubicado en las calles Esmeralda y Rivadavia, fue demolido y actualmente es la Plaza Roberto Artl (Figura 8).
Paralelamente, en agosto de 1779 el Virrey Juan José Vértiz y Salcedo (1719-1799) fundó la casa de niños huérfanos, ubicada en Potosí esquina Perú que hasta la Revolución de Mayo fue manejada por Martín de Sarratea (1774-1849), y luego de él, por Saturnino Segurola (1776-1854).
En enero de 1823 la Sociedad de Beneficencia se hace cargo de su administración, siendo su médico Pedro Rojas.
Durante el Gobierno de Rosas, la institución fue cerrada. Luego de la Batalla de Caseros, por decreto el 16 de marzo de 1852, la Sociedad de Beneficencia se encargó de la apertura de la Casa de Expósitos (Figura 9) con la ayuda de las Hermanas del Huerto y su Director fue Manuel Blancas (1823-1906).
En 1873 Juan Argerich (1840-1905) sucedió a Manuel Blancas y se trasladó a su lugar actual en Montes de Oca y Caseros. En un principio se la llamó Casa Cuna y actualmente se denomina Hospital de Pediatría Pedro de Elizalde.
Época de Rivadavia
Con la llegada de Bernardino Rivadavia (1780-1845) (Figura 10), la vida pública tomó un carácter trascendente con respecto a los hospitales, ya que comenzaron a tener una administración civil, dirigida por la recién fundada Escuela de Medicina y donde la labor de la Sociedad de Beneficencia jugó su rol más importante5. Ésta última se creó el 12 de abril de 1823, y se encargaba específicamente de la asistencia de niños y mujeres. Como parte del mismo plan comienza a funcionar la Comisión Filantrópica de caballeros con el objetivo de encargarse de los hospitales y cárceles.
Estas organizaciones públicas asistenciales cayeron en el olvido al terminar el gobierno, volviendo todo a la antigua época clerical y conservadora, donde el gobierno de Rosas era el principal protagonista.
La colonia Open Door estaba compuesta por villas o pabellones del estilo suizo francés, rodeados de galerías de una elegante arquitectura. Estas construcciones estaban separadas entre sí por amplios espacios de jardines y bosques. La disposición de la edificación se realizó en dos sectores que determinaban prácticas terapéuticas y de vida distintas. Por un lado, estaba el sector del Asilo Central otorgado a enfermos agudos o crónicos con episodios que necesitaran vigilancia, aislamiento pasajero y clinoterapia. Por otro lado, estaba el sector de la Colonia propiamente dicha, dedicado al mayor número posible de alienados que pudieran adaptarse al régimen de Open Door, trabajando en tareas agrícolas, de granja y demás talleres7.
Década de 1930
En 1927, comienza a conocerse el preproyecto, presentado por Fernando Gorriti (1876-1970), de constitución de la Liga de Higiene Mental. Este proyecto se inscribe fuera de las fronteras de nuestro país en el interés de seguir los lineamientos de la “Psiquiatría moderna” en la atención de la enfermedad mental.
La creación de la Liga Argentina de Higiene Mental se concreta en 1929, bajo la dirección de Gonzalo Bosch (1885-1967) y comienza a funcionar con sus Consultorios Externos en el Hospicio de las Mercedes, en 1931. Esta iniciativa pone en evidencia la insuficiencia de las Sociedades de Beneficencia y se propone pasar a un programa organizado científicamente, con personal idóneo y capacitado. Su propósito fue plantear la práctica hospitalaria abierta. Dentro del programa de la Liga, y cumpliendo con sus objetivos, los asistentes sociales realizarían, con fines preventivos fichas biotipológicas, psíquicas y perfiles psicológicos y sociales para arribar a un diagnóstico y tratamiento social correspondiente
Con esto se intentaba evitar el tratamiento asilar cerrado y de paliar las construcciones hospitalarias insuficientes que tenían consecuencias negativas. La tarea asistencial desde este momento abre nuevas perspectivas en el trato con los pacientes y su radio se fue ampliando hasta cubrir un amplio campo de acción en el control y asistencia de la población con una importante proyección sociológica para la época.
Época de grandes cambios
A partir de 1946, se produce un cambio importante en materia de salud pues comienza a prevalecer la idea de un nuevo concepto de estado, en donde propone funciones como abandonar la beneficencia y la caridad para convertir la asistencia médica en una obligación del Estado para con los ciudadanos. Esta tendencia se venía gestando desde 1943, cuando a nivel del Gobierno Nacional se creaba la Dirección Nacional de Salud Pública, dependiente del Ministerio del Interior7.
También en mayo del mismo año se crea la Secretaría de Salud Pública con categoría de Secretaría de Estado, asignándole al funcionario superior la jerarquía de Ministro. El Dr. Ramón Carrillo (1906-1956) asume como primer Secretario y profundiza importantes cambios a nivel de la salud pública10.
El 11 de octubre de 1957, siguiendo la línea de estos cambios, se crea el Instituto Nacional de Salud Mental dependiente del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública. El proyecto tuvo en cuenta las reglamentaciones en Salud Mental más avanzadas y modernas. Se preparó teniendo en cuenta las recomendaciones y sugerencias de la Organización Mundial de la Salud. Los dos núcleos esenciales de la reforma lo constituían el proyecto de privilegiar las comunidades terapéuticas en los hospitales psiquiátricos y el “Plan Goldemberg” para la Capital Federal11. Este último postula la creación de Servicios de Psicopatología en Hospitales Generales y centros periféricos de Salud Mental.
En síntesis, los cambios fueron muchos y comprendieron otro concepto de salud y enfermedad, un nuevo rol para la psiquiatría, y modificaciones importantes a nivel institucional. En el área asistencial se estimuló la creación de Centros de Salud Mental independientes o incorporados a los hospitales generales como Servicios de Psicopatología. El primero en esta línea fue el Centro de Salud Mental Ameghino (1948), luego el Servicio de Psicopatología del Hospital Evita de Lanús, a cargo de Mauricio Goldemberg (1958).
La enfermedad comienza a ser pensada desde lo sano y no desde lo enfermo. La actividad asistencial pasa a tener mayor desarrollo en la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad. El término “Higiene Mental” es reemplazado por el de “Salud Mental” más cercano a las nuevas propuestas. Los procesos de salud y enfermedad serán abordados como fenómenos sociales y colectivos12.
Cuestiones que plantea
la llegada de la ley 26.657
Actualmente existe una nueva perspectiva que genera un cambio en el orden jurídico y en la realidad actual de las personas aún internadas. Varios documentos y la experiencia en países de Europa de reforma en los servicios de atención psiquiátrica, precedieron y otorgaron los antecedentes para la transformación de la legislación Argentina.
Con el impulso, la sanción y la reglamentación de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657, se procura inaugurar el pasaje de una lógica tutelar a un enfoque de derechos no solo en términos teóricos, sino también prácticos, garantizando el reconocimiento y la construcción activa de cada persona como titular indiscutible de sus derechos, independientemente de cual sea su situación de salud13,14.
Esto apela a una respuesta amplia, siendo uno de los ejes primordiales la promoción de abordajes interdisciplinarios e intersectoriales, basados en la comunidad. De allí el compromiso de otros sectores del Estado, principalmente de Desarrollo Social, Vivienda, Trabajo y Educación.
También se debe asignar recursos a las áreas de Seguridad Social para atender las necesidades, ya que los presupuestos destinados a los hospitales psiquiátricos no cuentan con fondos para esta acción. El Estado no puede eludir hacerse cargo económicamente de los programas dirigidos a esta reparación, ya que ha sido responsable de la exclusión, ha legitimado la misma a través de sus políticas, y es por lo tanto responsable de su reparación. No asumir esto hace que se prolonguen los efectos perniciosos de la institucionalización.
Uno de los espacios creados para la construcción de este nuevo sistema es la Mesa Federal de Salud Mental, Justicia y Derechos Humanos, coordinada por la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones del Ministerio de Salud de la Nación, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y la Secretaría de Derechos Humanos, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación15.
El principal objetivo es el impulso de la formulación de políticas públicas en salud mental con perspectiva de derechos humanos, jerarquizando el rol protagónico de la comunidad en la que se inscriben todos los ciudadanos e instituciones sociales en las que tiene lugar el devenir cotidiano de las personas16. A través de las prácticas, se puede incluir la diversidad, fruto del reconocimiento del principio universal de dignidad humana, y se generan alternativas para construir dispositivos que afecten lo menos posible las libertades individuales y alojen en toda su dignidad a quien transita una situación de padecimiento en salud mental.
Conclusión
La segregación efectiva de las personas en las instituciones psiquiátricas argentinas contribuye a incrementar su discapacidad y viola los estándares internacionales de los derechos humanos17. Al ser separadas de la sociedad, pierden los lazos que las unen a su familia, amigos y grupo de referencia. Quedan sometidas al régimen custodial de dichas instituciones, y se descuidan las habilidades de vida esenciales que necesitan para sobrevivir en la comunidad, lo que impide su rehabilitación.
Se debe aceptar entonces un nuevo paradigma de comprensión sobre la discapacidad y la salud mental, que se encuentra aún en un proceso de transición. Los objetivos están fijados y señalan un camino a recorrer. No se debe olvidar que esta deconstrucción significa alojar a quien padece sufrimiento mental en el seno de lo humano, con respeto ético a su dignidad personal, con resguardo de todos sus derechos como ciudadano, vulnerable por su padecimiento y merecedor de que el Estado lo proteja para que pueda ejercerlos en plenitud.
Dentro del proceso de reinserción social, estas personas necesitan ser ayudadas para obtener un empleo adecuado a sus capacidades y una correcta integración que les permita intervenir en los intercambios simbólicos de la cultura y la sociedad. Todo esto demanda la responsabilidad del Estado y es un desafío que requiere de un esfuerzo presupuestario y temporario, que habrá de ser compensado, ya que está demostrado que una vez logrado un nivel alto de pacientes reintegrados, los costos para el Estado son menores que los que se destinan al mantenimiento de los hospitales psiquiátricos que, además, por la prolongación de la institucionalización hacen que los gastos sean a la vez tan crónicos como los pacientes que alojan.
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Revista Fronteras en Medicina
Número 02 | Volumen
14 | Año 2019
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