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Historia

El nacimiento de la quimioterapia latinoamericana en el seno de una pareja de jóvenes investigadores

Ana I Estévez Magnasco, Pablo Young

Revista Fronteras en Medicina 2019;(04):0191-0198 


Una pareja de jóvenes médicos, Ofelia Trímboli y Roberto Aquiles Estévez, buscaron cumplir su sueño de servicio hacia la comunidad y de luchar contra el cáncer. Sin embargo, el camino no fue tan idealista como el que esperaban tener al finalizar su carrera universitaria. Afrontando las circunstancias de su vida matrimonial, social y políticas, se vieron obligados exiliarse de la capital y comenzar una nueva vida en San Rafael, Mendoza. Allí vivieron durante 10 años, donde gestaron la familia Estévez-Trímboli, con tres niños y un descubrimiento que cambió el rumbo y encauzó a las investigaciones sobre el tratamiento para el cáncer de ese entonces.


Palabras clave: Historia de la Medicina, quimioterapia antiblástica, antitumorograma, oncología,

A recently married couple of young doctors, Ofelia Trímboli and Roberto Aquiles Estévez, sought to fulfill their dream of community service fighting against cancer. However, the path was not as idealistic as the one they expected to be at the end of their university career. Facing the circumstances of their marital, social and political life, they were forced into exile from where they lived (Buenos Aires), starting a new life in San Rafael, Mendoza. There they lived for 10 years, where they started the Estévez-Trímboli family, leading to three children and made a discovery, which changed the course and guided the investigations about cancer treatment at that time.


Keywords: History of medicine, antiblastic chemotherapy, antitumorogram, oncology,


Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.

Fuente de información Hospital Británico de Buenos Aires. Para solicitudes de reimpresión a Revista Fronteras en Medicina hacer click aquí.

Recibido 2019-10-12 | Aceptado 2019-11-20 | Publicado 2019-12-30

Figura 1. Octubre 1953, Ofelia Trímboli y Roberto Estévez recién casados.

Figura 2. Premio al Dr. Roberto Estévez, como miembro de honor de la UICC.

Figura 3. Placa del frente de la casa/consultorio de San Rafael, Mendoza

Figura 4. Recorte del diario “El tiempo en Cuyo”. Imagen de los Doctores en su laboratorio.

Figura 5. Ofelia y Roberto con dos años, jugando en la nieve.

Figura 6. Lomo del tomo uno Quimioterapia Antiblástica.

Figura 7. Página 1 de tomo uno Quimioterapia Antiblástica.

Introducción

El 9 de octubre de 1952, a tan solo pocos meses de haber terminado la carrera de medicina, Ofelia Trímboli (1926-2017) y Roberto Aquiles Estévez (1925-2000) se casaron en la iglesia de Nuestra señora de Pompeya. Los jóvenes médicos contrajeron matrimonio en Buenos Aires llenos de expectativas, proyectos y sueños. Buscaron generar un cambio en la salud de la gente, tenían sed de conocimiento y esperanza de ayudar a quienes se sentían desahuciados por diagnósticos como el “temido cáncer”.

Con tan solo 25 y 26 años, y sus mentes repletas de proyectos y expectativas, enfrentaron una angustiante realidad. No consiguieron trabajo, por presentar distintos ideales políticos a los del gobierno oficialista de ese entonces. Consecuentemente, se vieron forzados a irse de su ciudad natal y trasladarse a la provincia de Mendoza. Comenzaron a investigar durante años buscando la causa del cáncer, y así encontraron el tratamiento para esta patología tan devastadora. Alimentando a sus dos niñas pequeñas (Graciela y Silvia) y a Roberto M. con lo justo, atendiendo a pacientes de forma gratuita, separados por los deberes del médico del ejército de Roberto, Ofelia no dejó de luchar por su visión.

El relato a continuación es parte de la historia, que refleja la admirable vocación que estos científicos tuvieron. Describimos cómo dos personas tan distintas, con una inmejorable realidad profesional, superaron las dificultades políticas, económicas y psicológicas. Cómo el exilio interno de los jóvenes, por motivos políticos, produjo el primer texto sobre la quimioterapia antiblástica de Latinoamérica y uno de los primeros en el mundo.

Método

El trabajo es una recopilación histórica de los datos bibliográficos de Ofelia Trímboli y Roberto A. Estévez. Poniendo el foco en la información correspondiente a su juventud, el desarrollo de sus investigaciones en San Rafael y por último analizando su publicación Quimioterapia Antiblástica y sus valores en la forma de ver la medicina como pareja. Se realizó una exhaustiva búsqueda bibliográfica, acompañada por entrevistas prolongadas que intentaron adquirir la mayor cantidad de datos de fuente directa.

Breve biografía

El 9 de octubre de 1952, a tan solo pocos meses de haber terminado la carrera de medicina, Ofelia Trímboli y Roberto Aquiles Estévez se casaron en la iglesia de Nuestra señora de Pompeya (Figura 1). Los jóvenes médicos contrajeron matrimonio en Buenos Aires llenos de expectativas, proyectos y sueños. Decidieron comenzar a transitar la vida juntos, poniendo en común deseos y proyectos, desafíos y realidades familiares similares. Compartían una inmensa generosidad y servicio para con las personas que necesitaban ayuda y para con sus respectivas familias. Buscaron generar un cambio en la salud de la gente, tuvieron sed de conocimientos y esperanzas de ayudar a quienes se sentían desahuciados por el diagnóstico de cáncer.

Ambos compartieron la capacidad de asombro por las grandes personas que habían cambiado el mundo desde cosas simples, como Jerome Lejeune, quien había descubierto la causa de la patología del síndrome de Down. De esta forma, dándoles una explicación científica a los médicos y padres, que muchas veces se sentían culpables o estigmatizados por tener un niño con esa patología.

Ofelia Trímboli

El 4 de marzo de 1926 nació Ofelia Trimboli. Ella era la hija de inmigrantes italianos, de origen humilde. Su padre, Antonio Trímboli, fue empresario zapatero. Su madre, María Luisa Smaldore, quien no pudo estudiar bellas artes por los preceptos de la sociedad de aquel tiempo, diseñaba los zapatos que se producían en la fábrica de la familia.

Ofelia nació en ese entorno y se desarrolló como una mujer valiente y feliz, siendo la cuarta de cinco hermanos. La primera fue “hermanita” (nunca nadie supo el nombre de la primera hija, ya que todos la llamaron hermanita y murió por tuberculosis con tan solo cinco años), los otros fueron Tito, Irma, Ofelia y Elsa.

Previo al descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming (1881-1955), en 1928, las principales causas de muerte eran las patologías infecciosas, como tuberculosis y diarreas1. La falta de antibióticos como tratamiento efectivo para curar a los pacientes dejó a las familias y profesionales de la salud con terapias como catárticos y sangrías. Ofelia contó cómo la muerte de su querido hermano Tito, con tan solo 18 años que fue víctima de una tuberculosis fulminante, dejó una impronta marcada en el espíritu de la familia. El relato siempre comenzaba en el momento en el que un médico clínico ingresó a su hogar, la pequeña Ofelia lo acompañó hasta el cuarto donde se estaba su hermano Tito recostado, ya pálido, algo cianótico y con un pulso débil. Allí ese hombre alto con traje negro y sombrero abrió su maletín y sacó una jeringa. Tenía una aguja tan grande que le generó escalofríos, y la introdujo en el pecho del niño quien recuperó la presión y vivió unos pocos meses más. Tanto Ofelia como su hermana menor (Elsa), que aún se encontraban en la escuela cuando falleció su hermano, sintieron el llamado de la vocación médica.

En la escuela primaria Ofelia investigó las grandes figuras femeninas presentes en la historia, admiró a Juana de Arco como un modelo de fortaleza y lucha. Soñó con poder ir a París a aprender sobre la ciencia y cultura francesa, su objetivo de vida era hacer una carrera que le permitiera ser solidaria y feminista a la vez. Su hija Silvia dice “mamá tenía una personalidad tenaz, ella quería ayudar y hacer lo que le gustaba”. Cuenta también que la zapatería de su abuelo Antonio competía en el mismo nivel de Grimoldi. Ante la prematura muerte de su hermano, Ofelia se encargó de las cuentas de la fábrica, hasta que decidió estudiar medicina. Su padre sintió temores con sus planes para preservar el negocio familiar. Con tres hijas mujeres, una maestra y las dos menores estudiando medicina, decidió vender la fábrica.

En el año 1944 Ofelia ingresó a estudiar medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. En ese entonces la población universitaria era mayoritariamente del sexo masculino, por lo que no fue fácil para la joven estudiante insertarse en el grupo. Para ese entonces, Trímboli era una de las primeras mujeres en ingresar a aquella carrera en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

Cuando aún estaba con vida, Ofelia contó anécdotas que reflejan lo difícil que fue adaptarse a los bromistas compañeros del sexo opuesto. Toda su vida recordó aquel primer día de primer año, en aquel salón de la morgue de Anatomía I al tener que cruzar el cuarto cubierto de azulejos, con las tres mesas con un preparado de cuerpo humano cada una, para buscar el guardapolvo y comenzar las disecciones. No se espantó en aquel momento, ni tampoco cuando sus compañeros la sorprendían depositando los testículos de los cadáveres en el bolsillo de su guardapolvo. Les contaba a sus nietas como se la prejuzgaba, diciéndole que “estudiaba medicina para conseguir novio”.

A pesar de la realidad que vivió Ofelia recibió orgullosa su título de Médica el 5 de abril de 1951. Por ese entonces estaba en pareja con un conocido de la familia, que el día que se recibió le dijo que ya había cumplido su sueño de estudiar medicina, y que era hora de que se casasen y dedicarle su vida a la casa y los quehaceres domésticos. Cuenta Roberto M. Estévez, con sonrisa en el rostro, que su madre terminó aquella relación y nunca más volvió a hablar con ese exnovio que consideraba que el valor de Ofelia se reducía a hacer lo que las mujeres de esa época tenían que hacer, tener hijos y cuidar del hogar.

Ofelia se casó, tuvo hijos, fue una excelente médica, una apasionada de la citología. Formó parte de la dirección de la Asociación Argentina de Oncología Clínica (1975-1977), fue secretaria y presidenta de la rueda femenina de rotarias, participó de innumerables congresos alrededor del mundo2. Pero una de las cosas que más recordaba Ofelia Trímboli era cuando se ganó una beca para realizar su Doctorado en París con el gran Jerome Lejeune.

Roberto Aquiles Estévez

Roberto Aquiles era hijo de inmigrantes gallegos; su padre Antonio Estévez era comerciante de vinos y su madre María Consuelo cuidaba de él y de sus otros dos hermanos, Antonio Pío y Carlos Alberto.

Su familia también tenía un nivel socioeconómico muy bajo, ambos adultos habían llegado a una joven edad sin nada al país y con mucho esfuerzo y trabajo habían conseguido casarse, formar una familia y abrir un negocio. Por ende la personalidad de Antonio era más bien distante y de carácter estricto.

Adquirieron vinos traídos de Mendoza por un distribuidor amigo, y realizaron vinos de corte en Buenos Aires con el nombre de “La Emilia”. Antonio incentivó a los niños a ir a la escuela, pero debían cumplir su parte del trabajo en el negocio familiar. En su tiempo libre fuera de la escuela “Mariano Moreno”, Roberto asistía a la fábrica ayudando a lavar las botellas y acompañando a los distribuidores para asegurarse de que lleguen a destino las entregas.

En 1943 ingresó a estudiar Medicina en la Facultad de Buenos Aires, en donde llevaba su carrera al día. Durante su etapa Universitaria, Estévez participó de toda actividad académica que se le permitiera. Participó de las disecciones anatómicas y los debates estudiantiles, e incluso decidió aprender una lengua internacional con un léxico de origen principalmente latino y germánico, el esperanto. Al comenzar su carrera universitaria, también se inscribió en el Club Universitario de Buenos Aires, ya que disfrutaba de los deportes, y se volvió un experto en el arte del judo.

Roberto comenzó a dedicarle tiempo al trabajo en el negocio de vinos, para ayudar con los gastos familiares, sin embargo, nunca dejó de leer y estudiar, como refiere su discípulo Dr. Eduardo Cazap en la entrevista.

Él no participó de ningún grupo político, sin embargo, hubo un evento en el cual entraron policías a la Facultad y apresaron a todos los estudiantes que estaban dentro. Por esta razón en la libreta de Roberto aparecía que había sido encarcelado por realizar disturbios en el establecimiento, y se atrasó medio año. Consecuentemente conoció a Ofelia, quien era más joven, con quien compartió grupo de estudio.

El 6 de marzo de 1951 se recibió y escribió en su libro de Clínica Médica “Hoy 6 de marzo de 1951 me he recibido de Médico. ¿Qué me depara el destino? ¿Profesorado, Experimentación?¿Clínica, Cirugía? No lo sé a ciencia cierta, pero en lo que haga, emplearé el mayor esfuerzo, siendo antes que nada y por sobre todo hombre y después médico, en el sentido más íntegro, exaltado y combativo”.

Estévez realizó innumerables aportes a la oncología que hoy conocemos, fue necesario que se comenzara por alguna parte para dar lugar a nuevas ideas y teorías. Hay múltiples artículos escritos junto con su esposa, y tuvo muchos nombramientos, como de rol de honor en la Unión Internacional Contra el Cáncer (UICC) (Figura 2)3.

Sin embargo, sus discípulos, amigos y familiares destacaron esa figura honorable, respetada y querida, como la de un padre a un hijo. Siempre incentivó a sus estudiantes a ser mejores, a superarse a sí mismos y los hacía ir a congresos en su representación para que fueran parte del sueño-proyecto en primera plana.

El Dr. Cazap recordó una experiencia personal de cuando ingresó a la residencia del Hospital Militar en 1962. Estévez se enteró de que el joven realmente quería aprender sobre neoplasias, por lo que lo invitó a formar parte del grupo de investigación de cancerología cuando todavía no le correspondía estar en esa etapa de su formación. Contó también que el ambiente de trabajo estaba repleto de dedicación y buen humor. Pasaron tantas horas juntos, que eran una comunidad de profesionales-amigos, “en el ambiente había una gran sensación de equipo”.

Estévez era descripto como una persona que transmitía mucha paz. Cuando veía a los pacientes afligidos, le depositaba la palma de la mano sobre la cabeza y decía que todo iba a estar bien. En ese instante, la incertidumbre y temor del angustiado desaparecía, se tranquilizaban. Sus discípulos no entendían cómo lo hacía, era una cualidad que generaba admiración. Estévez era atento a lo que los demás necesitaban, era receptivo y humilde y pero “sobre todo, hombre”.

Contexto político argentino

en 1952

El presidente Juan Domingo Perón (1895-1974) inició su gobierno con las universidades intervenidas desde el 30 de abril de 1946, en el caso de la UBA, fue mediado por Oscar Ivanissevich (1895-1976). La política universitaria del gobierno comenzó a tomar forma con la sanción de la Ley 13.031 en 1947. A través de esta norma el gobierno de las universidades se convertiría en dependencia del Poder Ejecutivo, quien tenía a su cargo desde la designación del rector hasta de los profesores catedráticos.

Con la constitución de 1949, se le introdujeron algunas modificaciones disponiendo que, en las universidades “…no se debe trabajar para un partido, para un sector para un grupo, se debe trabajar para la mayor honra del país y la felicidad de todos los argentinos”. Al mismo tiempo, se establecieron cursos de formación política, obligatorios y comunes para estudiantes de todas las facultades.

Es importante tener en cuenta que, si bien esas medidas contrariaban la autonomía de las universidades, por otra parte, durante la presidencia de Perón se sancionó el decreto 29.337 de gratuidad de la enseñanza universitaria y de ingreso irrestricto.

Tras las intervenciones universitarias del mismo año, el movimiento estudiantil reformista entró en un período de reflujo y desmovilización generalizada. Miguel Murmis afirmó que en los estudiantes existía por estos años una “mezcla de indiferencia y miedo”, siendo los militantes activos una clara minoría4. La prohibición de la actividad política y el clima represivo hicieron que la militancia estudiantil se redujera a pequeños núcleos de participación, que sostuvieron una actividad parcialmente clandestina, de resistencia. Los centros fueron desalojados de las facultades, teniendo que alquilar espacios por fuera de ella.


Exilio político en San Rafael

Recién recibidos, ya como pareja comprometida, Trímboli y Estévez comenzaron a buscar trabajo. El simple hecho de ser médico, en ese entonces, significó tener asegurado ofertas de trabajo. Como los dos eran nacidos y criados en Buenos Aires, sus proyectos para crear una familia y abrir una clínica radicaban en la capital porteña. Sin embargo, la realidad con la que chocaron fue una que los tomó por sorpresa y requirió de una gran paciencia y resiliencia para seguir adelante.

En la sociedad argentina de los años 50 era difícil desarrollarse profesionalmente, cuando la persona no se encontraba afiliada al Partido Justicialista o habiendo tenido sellada la libreta universitaria. Por ende, quedaban por fuera del sistema y la inserción laboral era más dificultosa. Cuenta Silvia una anécdota en la cual su madre pidió una entrevista con la Sra. Perón, ya que no conseguía trabajo, y esperaba que hubiera algún puesto disponible para cubrir en el sistema de salud público. Su madre contaba con lujo de detalle y admiración lo esbelta y prolija que lucía Eva. Al finalizar la entrevista la Sra. le dijo a Ofelia que todo estaba perfecto en su currículum, pero que se había olvidado de agregar el número de afiliación. La joven Dra. Trímboli contestó que no pertenecía al partido, a lo que le respondieron “entonces ya no tenemos más de qué hablar”.

Por otro lado, el joven Dr. Roberto A. Estévez deambulaba entre distintas ofertas de trabajo; sin embargo, nadie lo tomaba ya que su libreta había sido sellada como agitador estudiantil en aquel evento en el cual había ido preso sin razón alguna.

Esta situación desorientó a la joven pareja, que con 25 y 26 años, recién casados y sus mentes repletas de proyectos y expectativas, enfrentaron una angustiante realidad, no tenían trabajo, contactos ni recursos para poder abrir su propio consultorio, por lo que buscaron otra alternativa. Al comienzo de 1953 se les presentó una providencial oferta de trabajo en el Ejército Militar Argentino, que destinó a la pareja al interior del país. Roberto no era militar, pero a la vista de que ni su mujer ni él conseguían trabajo, y ya con el primer hijo en camino, aceptó la oferta e hizo los seis meses de entrenamiento militar, pasó de ser médico civil en el ejército a formar parte de la Sanidad Militar.

La elección del destino de la pareja fue San Rafael. Le asignaron el puesto de médico del pueblo al Dr. Estévez, y lo destinaron al Regimiento de Caballería de Montaña Cuadro de la Patria. Poco se sabe sobre el período de tiempo en el cual Ofelia y Roberto estuvieron en la provincia de Mendoza. Gracias a la entrevista con Martha Christensen, Silvia y Roberto M. Estévez, pudimos recopilar algunos datos sobre la vida de los recién casados, cuando el desarrollo, crecimiento y la maduración matrimonial y profesional comenzaron a dar frutos.

Al llegar a San Rafael, vivieron en una pequeña casa perteneciente al ejército. Por suerte a los pocos meses se les asignó una casa de tres pisos donde pudieron tener su consultorio. Con la inscripción en la entrada del Chalet (casa de campo), como lo llama Silvia Estévez, que decía “Cruz Médica San Rafael” comenzaron a recibir pacientes constantemente (Figura 3). Cuenta una de las nietas de la pareja, Valeria Brown Estévez, que recuerda cómo su abuela le contó que los primeros meses en san Rafael fueron duros. No conocían a nadie y se tenían que insertar en una sociedad distinta a la de la céntrica ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, esto no los detuvo de ejercer con total dedicación su vocación de médicos asistenciales, ese proyecto de vida al que habían sido llamados a seguir desde que eran tan jóvenes.

Durante la totalidad de su estadía en San Rafael se los veía participar en tareas humanitarias con frecuencia. Ayudaban a las hermanas del asilo, a los niños de una escuela con bajos recursos, atendían a personas que podían pagar por la consulta y otros que no, o que utilizaban el trueque y les daban animales o comida como forma de pago por la atención médica recibida. El hijo menor de la familia, Roberto, recuerda que su madre le contó el terror que le dio la primera vez que recibió una gallina viva como pago y tuvo que matarla, ya que era lo único que tenía la familia para comer.

Trímboli era la única médica mujer en la ciudad, por lo que era la ginecóloga y médica de cabecera de todas las mujeres que viven allí y en sus alrededores. Otra de sus labores como médica era realizar procedimientos de estética, como el tratamiento para la celulitis subdérmico. Ofelia realizaba reuniones con las madres del lugar y les hablaba de prevención sobre el cuidado de los niños, mientras hacían las conservas de ciruelas y duraznos. Martha Christensen, una de aquellas mujeres, esposa de un militar destinado al destacamento de explotación, conoció a Ofelia por intermedio de una amiga, al estar embarazada de su tercera hija. Describió el trato de la Dra. Trímboli como una persona “muy cálida y simpática en su trato”.

Por la mañana iban al hospital y por la tarde, al consultorio de la planta baja de su casa. El segundo piso era donde la familia vivía y el tercer piso, que era una antigua terraza, era el laboratorio de los investigadores (Figura 4). Este último piso estaba completamente aislado del resto de la casa. Ninguno de los hijos refirió haber sabido de este espacio hasta que sus padres les contaron cuando ya eran mayores. Aquí hacían experimentaciones con las drogas quimioterápicas, primero en las moscas de la fruta y luego en los ratones. Su hija recuerda que sus padres recibían los quimioterápicos que les enviaban desde Rusia, y eran las primeras drogas que se planteaban, e investigaban, como alternativa para tratar el cáncer.

A tan solo dos meses de haber arribado, un 21 de agosto de 1953, recibieron a su primera hija Graciela Estévez, quien nació en un parto domiciliario asistido por su esposo. Tenían programado volver a Buenos Aires para tener una adecuada asistencia médica, sin embargo, las circunstancias no permitieron que eso fuera posible por lo que se adaptaron a la realidad. Lo mismo sucedió con la segunda hija quien nació el 1 de febrero de 1955, Silvia María Estévez.

La familia no tuvo muchos ingresos, sin embargo, los niños nunca sintieron que les faltaran cosas materiales, ni el amor y cariño de sus padres. “No saben cómo pero siempre tenían un rato para jugar con nosotros”, “Mamá tenía tiempo de ir al hospital, atender en el consultorio, nos elegía la ropa con los figurines y nos llevaba a la modista” remarca su hija con rostro lleno de admiración. Quizás recuerdan que su padre era un poco más estricto, especialmente con el menor de los tres, quien, al ser el hombre de la familia, debió comportarse de cierta manera y adquirir ciertos hábitos. Los tres niños crecieron en una familia unida, trabajadora, donde aprendieron a compartir, a ser autosuficientes y que en la vida lo importante no es cuanto uno tiene, sino lo que uno puede dar y ayudar. A pesar de lo difícil que resultaron estos años y todo lo que tuvieron que sacrificar, Ofelia decía “Para nosotros la elección resultó espectacular, porque no sabíamos que era un lugar tan lindo, muy agradable, y ahí estuvimos 10 años… parte de los años más felices de nuestras vidas…” (Figura 5)5.

Su publicación

Antiguamente se hablaba de cancerología, cáncer (cangrejo) y logos (estudio), área de la salud en donde se diagnosticaban a los pacientes con cáncer y se los trataba con métodos quirúrgicos para resecar la neoplasia. Sin embargo, estas terapéuticas eran más bien paliativas que curativas, ya que no se podía saber a ciencia cierta si se había extirpado la totalidad de las células malignas. Consecuentemente, tenían muchas recidivas, presentando una alta mortalidad.

En Latinoamérica, en 1921, se creó el primer instituto de cáncer, desde entonces el proceso de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías acompañó e impulsó a que nuevos científicos adquirieran un gran interés por esta área de la medicina. A mediados de los 50 se comenzaron a desarrollar las terapéuticas antineoplásicas con drogas6. Todo se basaba en pruebas y ensayos clínicos, pero la quimioterapia se encontraba aún a muchos años de llegar a las últimas etapas de los protocolos de investigación farmacológica7.

En 1960, Ofelia Trímboli y Roberto A. Estévez publican el tratado de quimioterapia Quimioterapia Antiblástica, el primero escrito en lengua latina y el segundo en el mundo (Figuras 6 y 7)8. Al momento de su publicación habían pasado tan solo quince años desde el comienzo de los ensayos, evidencias y pruebas que avalaban esas terapéuticas. Sin embargo, conociendo los riesgos, la pareja confió en los 10 años de investigación que le habían dedicado al desarrollo de drogas antitumorales en su pequeño laboratorio en San Rafael, Mendoza.

Lo importante de este largo trabajo publicado luego de diez años de investigación es la innovación y la percepción integral de la patología oncológica. No solo descubrieron una forma menos cruenta y riesgosa de tratar las distintas estirpes tumorales, que en ese entonces se trataban con resección quirúrgica radical del órgano afectado, sino que plantearon la importancia del trabajo conjunto entre la quimioterapia clínica y quirúrgica. De esta forma demostraron la importancia y la optimización del pronóstico cuando se hacía quimioterapia neoadyuvante, cirugía y quimioterapia adyuvante.

Un gran amigo de la pareja, el Dr. Hugo Said Alume, cirujano torácico, cuenta en su entrevista la percepción que se tenía de aquellos quienes volvían del interior del país y tenían una “prometedora oferta de trabajo”. También agrega que “fueron los primeros en usar la tiotepa y ciclofosfamida para tratar algunos tumores”.

De esta forma se comenzó a conocer la importancia de la prevención en el cáncer y cómo se podía disminuir el número de recaídas aplicando un tratamiento con fármacos, más extenso, ya que el tratamiento quirúrgico jamás podía asegurar la erradicación total de la neoplasia.

Es preciso mencionar, luego de haber leído la realidad que vivieron individualmente y como pareja, que los jóvenes médicos dedicaron este libro a sus padres, quienes estuvieron siempre presentes y los apoyaron a lo largo de su carrera y vida profesional.

La obra consta de dos tomos redactados con suma prolijidad, con esquemas, fotografías de preparados e imágenes ilustrativas de los temas a desarrollar. Describe la historia de la cancerología en el mundo hasta ese momento, la fisiopatología de los tumores, los fármacos que habían investigado y su aplicación. Se hace una comparación entre las terapias existentes y los beneficios de la quimioterapia. También se plantea el rol los virus y hongos como agentes cancerígenos, confirmaciones que en ese entonces no se realizaban ya que no se conocía a ciencia cierta la relación de estos agentes con las células blastomatosas. Refleja el interés que tenía la pareja en descubrir qué desencadenantes físicos podrían generar cáncer.

En su libro ellos describen y desarrollan el antitumorograma, que es un método de diagnóstico de sensibilidad tumoral a quimioterápicos similar al antibiograma. En él se exponen las células tumorales tomadas del paciente a través de una biopsia a distintos fármacos y se ve la respuesta. De esta forma, los pacientes recibían un tratamiento dirigido y con menos efectos adversos. El Dr. Alume, en su entrevista, recalca lo innovadores que eran en la investigación que realizaban constantemente. Siempre estudiando y buscando nuevos abordajes a las patologías neoplásicas, a los factores de riesgo y al cuidado del estilo y calidad de vida que tenían los pacientes.

La pareja siempre estuvo, en la lucha contra el cáncer, “al pie del cañón”, como menciona su hijo Roberto, ya que estaban interesados en mejorar las alternativas terapéuticas de forma tal que se pudiera reducir el número de recaídas y mortalidad de las neoplasias. Sin embargo, sus discípulos recuerdan que la pareja estaba decidida a descubrir y educar a la gente, incluso habían estudiado los alimentos potencialmente oncogénicos y los que disminuían el riesgo de padecer una neoplasia. Creían que la detección temprana de los factores de riesgo y las conductas de riesgo eran eventos cruciales para disminuir la incidencia de la mortalidad por patologías oncológicas con diagnóstico tardío.

Quisieron concientizar y asegurarse de que la comunidad médica conociera sobre el nuevo horizonte de la cancerología. En muchas bibliografías extranjeras se menciona el trabajo realizado por la pareja como esenciales para el desarrollo de la cancerología en otros países, como es en Uruguay9,10.

Conclusión

A los entrevistados se les hizo una pregunta sobre este tema: Cómo vieron a la pareja de jóvenes investigadores. Las respuestas fueron múltiples, pero había un patrón que se repitió de manera constante. La pareja tuvo una unidad de respeto y generosidad. Tuvieron un sueño en conjunto, lo compartieron desde el momento en que terminaron su carrera de medicina, se esforzaron y lucharon por cumplirlo. No solo lograron ser excelentes profesionales, sino que a todo paciente, colega o familiar con quien compartieron, le transmitieron una inmensa paz y sensación de familiaridad profunda. Algunos de estos testimonios se pueden evidenciar en el libro Sobre todo, Hombre 9.

Cuando uno investiga sobre Trímboli y Estévez, no hay muchos escritos que hablen de ellos. Aparecen los títulos de sus publicaciones, pero no se sabe el rol que tuvieron en el desarrollo de la quimioterapia en el mundo. Sin embargo, lo que se encuentra en la bibliografía o al preguntar a referentes de la Oncología moderna, se resalta mucho la imagen o presencia de Estévez como una eminencia en la Oncología. La figura de la Dra. Trimboli parece quedar en un segundo plano, como si la sociedad hubiera disminuido su imagen, o simplemente olvidado a la responsable del 50% de la obra maestra que ayudó a impulsar el desarrollo de la quimioterapia que hoy conocemos.

No debemos olvidar estas figuras relevantes que hacen a la Historia de la medicina moderna. Con su personalidad humilde y su admirable vocación formaron a algunos de los oncólogos más prestigiosos de la actualidad, sin buscar reconocimiento alguno. De esa forma dieron lugar al desarrollo de la quimioterapia en Latinoamérica que hoy conocemos, fueron grandes pioneros que dejaron su impronta en sus familiares, pacientes, colegas y estudiantes.

  1. CDC, Achievements in Public Health, 1900-1999: Control of Infectious Diseases. MMWR 1999;48:621-9.

  2. AAOC. Primeros Presidentes. Oncología Clínica, 2017;22:2. Extraído de: http://aaoc.org.ar/cms/uploads/docs/oncologia-clinica-vol-22-numero-1_1.pdf (consultado en agosto 2018).

  3. Pis Diez N. La política universitaria peronista y el movimiento estudiantil reformista: actores, conflictos y visiones opuestas (1943-1955). Los Trabajos y Los Días 2012;3:41-63. http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/42965, (consultado el 13/09/2019).

  4. Pasqualini CD. El destino de los libros en papel. Medicina (Buenos Aires) 2011;71:578-80.

  5. Salac. Historia. Extraído de: https://saladehistoria.net/psu-historia/guias-de-materia/ (consultado en agosto 2018).

  6. Faiad SF. Un pionero de la Oncología Clínica: el Dr. Roberto Aquiles Estévez (1925-2000). Revista Geriatría Clínica 2016;(01):11-20.

  7. Musé IM. Historia de la oncología en el Uruguay 1950 – 2010. Editorial: Imprenta Rojo, Montevideo 2010. https://www.smu.org.uy/dpmc/hmed/historia/articulos/historia-de-la-oncologia.pdf (consultado el 12/10/2019).

  8. Smith AR, Alvarez CA. Cancer Control: Proceedings of the 12th International Cancer Congress in Buenos Aires. Advances in medical Oncology research and education. Editorial Kindle, Pergamon PRESS, Oxford Reino Unido.

  9. Gil A. Sobre todo, Hombre. Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, UNSTA. Tucumán 2010.

  10. Magnasco M Virginia, mayo 2018. Entrevistada por Estévez Magnasco A.I. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  11. Alume Hugo, agosto 2018. Entrevistado por Estévez Magnasco AI Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  12. Cazap Eduardo, septiembre 2018. Entrevistado por Estévez Magnasco AI,. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  13. Christensen Martha, octubre 2018. Entrevistada por Estévez Magnasco AI, registro escrito de anotaciones, entrevista virtual. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  14. Estévez Silvia M, Octubre 2018. Entrevistada por Estévez Magnasco AI,. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  15. Estévez Roberto M, noviembre 2018. Entrevistado por Estévez Magnasco AI, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Autores

Ana I Estévez Magnasco
Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica Argentina.
Pablo Young
Servicio Clínica Médica, Hospital Británico de Buenos Aires, Argentina.

Autor correspondencia

Pablo Young
Servicio Clínica Médica, Hospital Británico de Buenos Aires, Argentina.

Correo electrónico: pabloyoung2003@yahoo.com.ar

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Revista Fronteras en Medicina
Número 04 | Volumen 14 | Año 2019

Titulo
El nacimiento de la quimioterapia latinoamericana en el seno de una pareja de jóvenes investigadores

Autores
Ana I Estévez Magnasco, Pablo Young

Publicación
Revista Fronteras en Medicina

Editor
Hospital Británico de Buenos Aires

Fecha de publicación
2019-12-30

Registro de propiedad intelectual
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